LO QUE DICE LA BIBLIA SOBRE LA ADORACIÓN

La adoración es un aspecto inherente a la naturaleza humana.

Cuando los conquistadores españoles arribaron a las costas del nuevo mundo al mando del almirante Cristóbal Colón, encontraron poblaciones aborígenes con una cultura altamente desarrollada, y religiones que adoraban diversos dioses.

Los incas adoraban a Viracocha, un dios que según los mitos, surgió de las aguas, y creó el cielo y la tierra. Los mayas adoraron a Kukulkán, serpiente emplumada, dios de las tempestades. Creó vida por medio del agua y enseñó a los hombres a producir fuego. Aún quedan restos de templos, pirámides y monumentos erigidos para rendir culto a aquellos dioses.

Imagen de Kukulkán, la serpiente emplumada, dios maya.

Asumiendo que el nuevo mundo estaba desconectado del resto de los continentes, es de suponer que aquellos cultos son autóctonos, producto del carácter espiritual del hombre.

Por la historia sabemos que todas las culturas ancestrales dejaron rastros de sus religiones y de los cultos a sus dioses. Para los sumerios, que observaban el cielo y conocían los ciclos de los eclipses lunares, sus dioses estaban allá arriba. Diferenciaban aquellos menores, los “igigi” o “vigilantes”, de los que se movían de forma distinta por la eclíptica, los planetas. Así, la diosa Inanna, del amor y la guerra, Ishtar para los acadios, era Venus. Por su parte la Luna era Nannar, hijo de Enlil y así sucesivamente con otros astros que habían comprendido eran “especiales”.

Los textos más antiguos de la civilización sumeria, miles de tablillas narran la vida obra y milagro de los primeros dioses que, en número de seiscientos, llegaron a la Tierra hace miles de años, cuando aún el hombre no existía. La leyenda sumeria dice que existe un planeta más en nuestro sistema solar, llamado Niburu, que tiene una órbita elíptica similar a la de un cometa y que tarda 3600 años en dar una vuelta completa alrededor del sol.

Tablilla en que se reproduce a Ishtar, diosa de los acadios, asociada al planeta Venus.

Muchos sistemas religiosos actuales se fundamentan en los mitos sumerios.

¿Por qué el hombre intuitivamente adora dioses? ¿Qué mueve al hombre a buscar a un dios a través de las religiones?

La Biblia revela aquellos por qué.

Génesis 1:26-27, afirma que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza:

26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Esto explica por qué el hombre busca a Dios, porque posee su imagen; motivo por el cual se afirma que la espiritualidad y la búsqueda de Dios a través de una religión son inherentes a la naturaleza humana.

Pablo lo manifiesta en Romanos 2:14-15.

“14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,”

El hombre tiene una “ley escrita en sus corazones”, la imagen de Dios, que le impulsa a un comportamiento “natural” que es congruente con la “ley escrita”, el Pentateuco. En eso se basa el trato de Dios a quienes nunca oyeron de Él, serán juzgados en función de su “conciencia” que les guía a un comportamiento ético “humano”, conforme a la imagen de Dios.

En los creyentes en Jesucristo este impulso natural es potenciado y canalizado por el Espíritu Santo para una adoración en “espíritu y en verdad”, Juan 4:24.

¿Qué es adoración según la Biblia?

La adoración en la Biblia se asocia a “reverencia”, “sumisión”, por lo que el gesto de postrarse, en la cultura oriental, y en el mundo hebreo, transmite el espíritu de adorar.

6 Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. 7 Porque él es nuestro Dios; Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano. Salmos 95:6-7.

Igualmente se refiere a la “obediencia”, tal y como Samuel le comunica a Saúl:

22 Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. 1 Samuel 15:22.

Esta cita es muy significativa, pues como sabemos el sistema de la Ley, o Pentateuco, demandaba ofrecer sacrificios y holocaustos. Samuel da prioridad a la obediencia sobre cualquier sacrificio u ofrenda que se quiera ofrecer a Dios como muestra de gratitud.

El profeta Miqueas pone acento en tres virtudes, cuando de adorar a Dios se trata:

6 ¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? 7 ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? 8 Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:6-8.

Nuevamente la Palabra desafía al creyente a una adoración que agrada a Dios, el ejercicio de tres virtudes: “hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.”

Si unimos las tres citas, extraemos una síntesis de lo que hay que hacer para una adoración que agrade a Dios:

  • Ser reverente, sumiso, Salmos 95:6-7,
  • Obedecer, 1 Samuel 15:22,
  • Hacer justicia, amar misericordia, y humillarse ante Dios, Miqueas 6:6-7.

En la actualidad algunas Iglesias influenciadas por la cultura posmoderna, ordenan grupos de “adoración” que cantan, tocan instrumentos, danzan, izan banderas y pañoletas, entre otras coreografías. Estrictamente hablando esos son grupos de “alabanza”, que es un aspecto del culto a Dios. Esos grupos son de adoración siempre que cumplan los requisitos contemplados en los tres textos anteriormente citados.

Por otra parte denominar a los cultos dominicales, o de cualquier otro día, “culto de adoración” constituye una forma de desvirtuar el principio bíblico de la adoración, que no se puede reducir a un día a la semana, y a los rituales de los cultos. Por esa vía el creyente dedica un día para Dios, el domingo, y el resto para ejercitar su libertad; sin que esto sea malo, ejercer la libertad, cuando no contraviene la ley divina.

La adoración se practica día tras día en todos los actos de la vida del creyente. En un quirófano, un aula de clases, un taller mecánico, en el hogar, en un tribunal, el consultorio de un médico, o simplemente en las relaciones interpersonales.

Cuando manejas cumpliendo la Ley de Tránsito, haces tu trabajo honestamente, usas balanzas calibradas con el peso exacto, dices la verdad, y amas al prójimo, estas “adorando” a Dios aun cuando ni una simple melodía pase por tu mente. Ese es el espíritu de Romanos 12:1.

Un grupo de adoración es aquel que va al hospital a visitar a los enfermos; a reparar una escuela; a una jornada de limpieza al templo; a los cultos para ofrendarse a Dios.

Y también el que los domingos, y en cualquier culto, guía la alabanza con un espíritu de “adoración”.

Fuente:

  • Datos históricos y conceptos: Wikipedia,
  • Citas Bíblicas: Versión RVR60, tomada de www.biblegateway.com,
  • Notas personales,
  • Imágenes: Google.

 

PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS, LOS DESAFÍOS DE HOY

La primera carta a los Corintios es un modelo para tratar problemas comunes que las iglesias confrontan, especialmente las nuevas, en contextos multiculturales. La iglesia en Corinto, ciudad griega notoria por su corrupción moral, había sido recientemente establecida cuando el apóstol Pablo envió esta carta. Pablo estableció esa obra durante una estadía en Corinto de unos 18 meses en su segundo viaje misionero, Hechos 18:1–17, y en poco tiempo ya las corrientes paganas de Corinto se infiltraban en la Congregación.

Actual Corinto vista desde el espacio. Este Mar Egeo, oeste Mar Jónico.

El Autor.

Como se indica en el primer versículo, la epístola fue escrita por el apóstol Pablo, cuyo papel como autor no puede ser seriamente cuestionado. La realidad de que es una carta de Pablo ha sido universalmente aceptada por la iglesia desde el primer siglo, cuando Primera Corintios fue escrita. Internamente, el apóstol afirma haber escrito la epístola, 1:1, 13; 3:4-6; 4:15; 16:21. Externamente, esta correspondencia ha sido reconocida como genuina desde el 95 d.C. por Clemente de Roma, quien estaba escribiendo a la iglesia corintia. Otros líderes cristianos de los primeros años de la iglesia que certificaron a Pablo como autor incluyen a Ignacio, 110 d.C., Policarpo, 135 d.C., y Tertuliano, 200 d.C.

Lugar y Fecha.

Es muy probable que esta epístola haya sido escrita en la primera mitad de 55 d.C. desde Éfeso, 16:8, 9, 19, mientras Pablo estaba en su tercer viaje misionero. El apóstol tenía la meta de permanecer en Éfeso para completar su estancia de tres años, Hechos 20:31, hasta Pentecostés (mayo/junio) 55 d.C., 16:8. Después él esperaba estar en Corinto, 55-56 d.C., para el invierno, 16:6; Hechos 20:2. Su partida a Corinto era esperada aún mientras escribía, 4:19; 11:34; 16:8.        

El Motivo.

Estando en Éfeso en su tercer viaje, Pablo se enteró de serios problemas en Corinto. Unos convertidos pensaban que lo que era lícito, también era aceptable, 6:12; 10:23. Continuaron con sus patrones de conducta anteriores, repitiendo los mismos pecados. Otros continuaban malentendiendo verdades cristianas debido a la influencia de enseñanzas falsas. Ellos se dieron a conocer porque decían que Cristo no había resucitado de los muertos, 15:12. Además había informes sobre las peores clases de inmoralidad sexual, 5:1; 6:15–16.

Después de un informe por los de Cloé, 1:11, y de una carta que recibió de Corinto, quizás en respuesta a una suya, 5:9; 7:1, Pablo fue movido por el Espíritu Santo a escribirles en el año 55 d.C., aparentemente por segunda ocasión, 5:9.

Pablo esperaba volver a visitar Corinto pronto, 4:19; 11:34; 16:5–7, pero mientras tanto les escribió para corregir un caso de conducta pecaminosa y para clarificar algunos asuntos acerca de los cuales los creyentes estaban en desacuerdo. El deseaba hacerles saber a sus lectores que la gracia de Dios es suficiente para corregir imperfecciones de la conducta cristiana y habilitar al individuo a vivir de una manera agradable al Señor, 15:10.

Contenido de la Carta.

Después de saludarles, 1:1–3, y de una oración de acción de gracias, 1:4–9, Pablo comienza de inmediato a enseñar acerca de la conducta que necesitaba ser corregida. En vista de serias divisiones en la iglesia, Pablo apela por unidad entre sus lectores. Enfatiza la necesidad de la unidad, 1:10–3:23, y los medios para lograrla, 4:1–21. Un caso de incesto entre ellos, que no se había corregido, se trata en el capítulo 5. El hecho de que los creyentes se llevaban unos a otros a la corte, es reprendido, 6:1–8.

En la cima del acrópolis de Corinto estaba el templo de Afrodita, diosa del amor. Las sacerdotisas, rameras del templo, laboraban durante el día en el templo y por las noches se paseaban por las calles de la ciudad en busca de clientes. El uso de sus servicios por hombres cristianos se condena en 6:9–20.

Ruinas del Templo de Afrodita. En el mismo había mas de mil sacerdotisas que laboraban noche y día ofreciendo sus servicios.

Comenzando con el capítulo 7, Pablo cambia de la corrección de conducta a considerar otros asuntos mencionados en la carta. Contesta varias preguntas acerca del matrimonio, 7:1–40. Enseña sobre el uso apropiado de la libertad cristiana, 8:1–11:1, al discutir si los cristianos debieran comer alimento previamente sacrificado a ídolos, asunto que preocupaba a los corintios, 8:1–13.

Ilustra su enseñanza con su propio ejemplo, 9:1–27, y la experiencia de Israel en el Antiguo Testamento, 10:1–11:1. Pablo describe la adoración que honra al Señor, 11:2–14:40, contestando las preguntas acerca de la apariencia apropiada de los participantes, 11:2–16, abusos en la comunión, 11:17–24, y el uso apropiado de los dones espirituales, 12:1–14:40. Concluye sus respuestas a las preguntas instruyendo sobre la resurrección, 15:1–58, la ofrenda para los creyentes en Jerusalén que estaban necesitados, 16:1–4, y sus planes de viajes misioneros, 16:5–9.

El apóstol hace un reconocimiento especial a siete colaboradores suyos que menciona por nombre, 16:10–18, seguido por los saludos finales de su propia mano, 16:19–24. Aunque esta carta contiene unas duras palabras de reproche, las líneas finales son un recordatorio de la gracia del Señor Jesús y del amor personal de Pablo por sus lectores.

Estructura de la Carta.

  1. 1:1    Presentación a los Corintios 
  2. 1:2    Sobre la Sabiduría
  3. 3:1    Colaboradores de Dios
  4. 4:1    Servidores de Cristo    
  5. 5:1    Acerca de la Fornicación      
  6. 6:1    Juicio ante los injustos
  7. 7:1    Sobre el matrimonio            
  8. 8:1    Los Sacrificio a ídolos  
  9. 9:1    Renuncia a derechos
  10. 10:1  Respecto de la idolatría
  11. 11:2  La Iglesia                  
  12. 12:1  Dones Espirituales       
  13. 13:1  El amor
  14. 14:1  Hablar en Lenguas    
  15. 15:1  La resurrección  
  16. 16:1  Saludos, Despedida  

Fuente:

LA IGLESIA EN CORINTIO, RUPTURA CON EL PAGANISMO

Pablo escribió dos cartas a la Iglesia que estaba en Corinto. Ambas contienen enseñanzas fundamentales sobre aspectos doctrinales, teológicos y prácticos. El apóstol participó en la fundación de dicha iglesia, tal como se narra en el capítulo 18 del libro de Hechos. Dios inspiró, dirigió y apoyo personalmente a Pablo en este cometido.

Antes de analizar las dos cartas dirigidas a esta Iglesia, consideremos el contexto histórico de la Iglesia.

La Ciudad, la Cultura de un Puerto.

Corinto estaba situada en el sur de Grecia, en un istmo entre los golfos de Lepanto y Aegina, conectando el Peloponeso y la tierra firme, a unos 64 kilómetros al oeste de Atenas.

CORINTO

Ubicación de la ciudad de Corinto.

Tenía dos puertos, Cencrea al este y Lechaeum al oeste, dominando de este modo el tráfico de los dos mares, el Mar Egeo  y el Jónico. Corinto conectaba el oriente con el occidente, y también a norte y el sur debido a su conexión de la tierra firme, Macedonia,  con el Peloponeso. Su fortaleza, llamada Acrocorinto, estaba construida sobre las rocas 614 metros sobre el nivel del mar.

Historia.

Los fenicios se radicaron en Corinto muy temprano, dejando rastros de su civilización en el arte de teñir y tejer, así como en la religión y la mitología. Las sectas corintias de Afrodita y del Fenique ateniense, ambas de origen Fenicio, existían allí; así es que las deidades paganas eran prominentes.

Venus de Milo, diosa romana, Afrodita griega,  relacionada principalmente con el amor, la delleza y la fertilidad.

Afrodita era el nombre griego de la diosa que los romanos adoraban como Venus, la diosa de la lujuria y el placer camal. Para celebrar los ritos de Afrodita los corintios practicaban actos que para nosotros son vergonzosós.

Tan escandalosa era la inmoralidad corintia que por todas partes del mundo de habla griega, si los hombres y las mujeres se comportaban de una manera obscena, lo peor que se les podía decir era que se portaban como los corintios. Corinto era la ciudad más viciosa en el mundo romano.

Corinto era la capital de la provincia de Acaya, una ciudad sobresaliente de Grecia, cuya población era de unas 700.000 personas en el tiempo de Pablo. Su población era mixta, romanos, griegos y judíos.

Ruinas de la ciudad de Corinto.

Sus artes y arquitectura tenían mucha fama, también su espíritu comercial y materialista. Alguien dijo: «Corinto era un centro comercial, religioso, cultural y también de vicio, una ciudad que representa en miniatura la civilización de la que nosotros formamos parte ahora.” Los juegos istmeños se celebraban a dieciseis kilómetros de la ciudad cada cuatro años.

Corinto fue destruida por los romanos en el año 146 a.C.; luego fue reconstruida por Julio César en el año 46 a.C. El apóstol Pablo la visitó cien años más tarde. Era acaudalada, cosmopolita e inmoral. Se nos recuerda en parte esa opulencia cuando Pablo hace mención del oro, la plata y las piedras preciosas en el capítulo 3 de su primera epístola.

La iglesia, su formación.

La iglesia de Corinto nació del ministerio del apóstol Pablo, Silas y Timoteo en el segundo viaje misionero, Hechos 18:1-5.

A medida que la iglesia crecía en la gran metrópoli, se incrementaba el número de judíos por ser un importante centro de comercio. Aquila y Priscila, en su ocupación de vendedores de tiendas, se encontraban entre estos judíos. Dice el versículo 2 de Hechos 18: «Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma.»

Hechos 18:5, 8, menciona a otros: «Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo…. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa….» La presencia de estos judíos establece un punto muy importante con referencia al propósito de hablar en lenguas en Corinto.

Allí se quedó Pablo unos dos años, predicando, enseñando y organizando la iglesia. Puesto que muchos de los judíos rechazaron el mensaje de Jesucristo, Pablo se volvió a los gentiles. «Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles», Hechos. 18:6.

La iglesia en Corinto representaba la diversidad de ciudadanos de la ciudad, abarcando varones y mujeres, judíos y gentiles, esclavos y amos. Sin embargo, por causa de la incredulidad de los judíos la iglesia de Corinto no constaba de muchos judíos. Incluía a Justo, v. 7, y «muchos de los corintios, oyendo creían y eran bautizados», v. 8. El Señor le dijo a Pablo: «… yo tengo mucho pueblo en esta ciudad», v. 10.

Hechos 20 habla de la inquietud prolongada de Pablo por los creyentes cuando regresó a Corinto en su tercer viaje misionero. «… llegó a Grecia. Después de haber estado allí tres meses….», v. 2b-3a. Pablo escribió su Primera Epístola a los Corintios en el año 59 d.C., al final de sus tres años de residencia en Éfeso.

El apóstol Pablo estaba muy preocupado porque los corintios, aquellos primeros cristianos de Corinto, a los que él amaba especialmente porque les había llevado personalmente al Señor, eran muchos de ellos personas muy influenciables e inconstantes, que fácilmente podían ser contaminados por las herejías de los falsos maestros de aquellos tiempos que se acercaban a ellos en el nombre de “Jesús”.

Pablo les amonesta acerca del peligro de desviarse de las tres verdades de Dios: Jesús, Espíritu y Evangelio, y en su lugar recibir sus falsas contrapartidas, a saber: “Otro Jesús”; “otro espíritu” y “otro evangelio”.

Esto motiva sus dos cartas a los Corintios.

Fuente: